Aquella era mi primera autopsia. Era el sueño de mi vida , para lo que tanto había estudiado. Y desde luego, no esperaba aquello, ni en mis peores pesadillas.
Mi profesor de prácticas era mi mentor, y lo hacía todo como si fuese lo más natural del mundo. Había que quitar peso al asunto, somos científicos, somos serios. Hacemos autopsias.
Aquel hombre había muerto aquel mismo día. Era un hombre de unos treinta años, moreno, de un metro setenta y cinco centímetros de altura. Sin ningún detalle que nos diera pistas sobre las causa de la muerte. Aparentemente.
La historia del cadáver ponía los pelos de punta. Víctima mortal de una ceremonia satánica en una casa de campo de las afueras de la ciudad. Lo típico; estrellas pintadas en el suelo, una cabeza de cabra, cera roja, espejos rotos y un hombre muerto.
Era una noche fría, y en la morgue ya no quedaba nadie excepto mi jefe y yo. Las luces de estos lugares siempre son de una frialdad que apabulla, casi como si alguien hubiese decidido que tenía que ser así por respeto a los muertos. Los sonidos de mi lugar de trabajo son reveladores, puertas que se dirían transparentes por su sonido deslizante, grifos que lloran toda la noche, y bisturís que rasgan hasta el cartílago más duro.
Establecer la hora de la muerte. Abrir. Cortar. Separa. Líquido, mucho líquido. Observamos marcas en las muñecas, cortes y huellas de cuerda. Marcas en el cuello, posible causa de la muerte.
El supuesto exorcismo se práctico sobre la víctima a lo largo de todo el día de hoy. Según la policía el lugar era dantesco. Todos los muebles volcados en el suelo, las cortinas quemadas, las paredes arañadas...
Pienso todo esto mientras observo como mi jefe se ajusta las gafas y con cara seria dice.
-"Apunta, chaval, a este hombre le han quitado el corazón."
Fue justo en ese momento cuando se produjo el apagón. Y fue justo en ese momento cuando todos los sonidos de mi lugar de trabajo se intensificaron. Todo estaba oscuro, todos los grifos goteaban, y todos las puertas gritaban en silencio. Hacía frío, de repente todo el calor abandono aquel lugar. Mi jefe no dijo nada, pero entendí perfectamente que no le gustaba aquello. Esperamos un minuto a que volviese la luz, pero nada. Mi jefe posó con calma el bisturí en la mesa de acero, y me dijo que volvía ahora. Y allí me quedé.Yo, la oscuridad y aquel hombre supuestamente poseído por el maligno. Aquel hombre sin corazón que yacía desnudo y abierto sobre aquella mesa de autopsias.
No puede ser, esa respiración que oigo es mi respiración. Si, es mi respiración. Y ese latido que siento es el de mi corazón. Este hombre, aparte de llevar seis horas muerto, no tiene corazón. Se lo habían quitado.Pero por que tarda tanto mi jefe....Y porque no hay luz....me suda la espalda. Ya no hace frío, ahora me ahogo de calor. Me molestan las gafas protectoras, se me empañan. No veo nada con ellas puestas, y sin luz. La oscuridad me parecía cada vez más densa. Si, es la oscuridad, esa mano del hombre no puede moverse. Un hombre abierto en canal no puede mover la mano, es imposible. Y ese latido, ese latido que no paraba y parecía que se acercaba cada vez más...
-"Bueno chaval, ¿Seguimos?."
Mi jefe me miraba como quien mira a una mosca que le molesta. Había luz, mis gafas no estaban empañadas. Los grifos no lloraban. Y mi jefe me ofrecía con las dos manos el corazón del hombre muerto para que lo pesara....
-"Tranquilo"- Dice mi jefe. -"Pero hoy llévate unas pastillas para dormir, hazme caso".
Lope de Vit, ve muchas pelis de miedo.
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